domingo, 7 de marzo de 2010

Papá Noel



Ahora que hace ya tiempo que pasaron las fiestas navideñas, con sus luces, su música, sus dulces, sus encuentros – reencuentros y también sus excesos… ahora que parecen tan solo un vago recuerdo, nos apetece tomar un pedacito de aquellos días y traerlo hasta la Web para compartirlo. Y es que parece mentira que la cultura navideña del consumo, esté originariamente basada en la imagen de Santa Claus (San Nicolás), que paradójicamente combatió con todas sus fuerzas y sus riquezas esta lacra con la solidaridad.
Hoy te invitamos a conocer la historia de Papa Noel, también conocido como San Nicolás de Bari y Santa Claus.
San Nicolás de Bari nació en el siglo IV en Pátarra, cuidad de Licia o Lycia (país de los lobos) en el Asia Menor (actual Turquía) en una familia adinerada de comerciantes. Son muchas las leyendas que han surgido a lo largo de la historia sobre sus hazañas. Así, por ejemplo, se cuenta que nada más nacer estuvo 3 horas de pie por respeto a la santísima trinidad, que los miércoles y viernes de ayuno para la iglesia oriental dejaba él también de mamar… y que siendo aun muy joven, cuando la terrible peste desoló la región, terminando incluso con la vida de sus padres, Nicolás comenzó a repartir su herencia altruistamente, hasta que fue sorprendido.
Nicolás tuvo conocimiento de un viejo y enfermo caballero que, no pudiendo casar a sus hijas por falta de dote, las iba a prostituir. Nicolás, dejó entonces una noche una bolsa llena de monedas de oro como para poder casar a una de las hijas. En las noches siguientes hizo lo mismo para las otras dos hijas, pero cuando fue a depositar la tercera bolsa, el padre de las pequeñas le sorprendió divulgando su caridad por todo Pátara y festejándolo cada año a modo conmemorativo, a pesar de los ruegos de Nicolás.
Se cuenta que es así como comienza la leyenda de San Nicolás y también su cruzada particular contra la esclavitud infantil.
Tras repartir su herencia, acude a Myra, a formarse con su tío obispo y a los 19 años se ordena sacerdote y al poco tiempo obispo (tras la muerte de su tío).
Pero al parecer, nada de esto hizo que se desviara de su afán justiciero y así nos cuenta otra leyenda que una vez, el gobernador Eustacio fue sobornado para condenar a tres inocentes y allá apareció Nicolás en el momento justo de la ejecución para detener al verdugo, poner en libertad a los prisioneros y hacer confesar su crimen al resignado y “arrepentido” Eustacio.
Reales o ficticias todas estas aventuras del Santo, se creó una tradición al respecto que consistía en la entrega de regalos una noche en concreto del año, aunque tal vez sorprenda saber que no se trataba de la noche del 24, lo que si se sabe es que ocupa lugar de primera línea en la vanguardia de las confrontaciones dogmáticas de la época: defiende el misterio de la Santísima Trinidad, alza la divinidad de Cristo frente a los arrianos y fustiga en nombre de la cristiandad los restos del culto pagano de Artemisa y de Apolo.
Pero ¿qué ocurrió con las tradiciones paganas?
Los niños italianos, por ejemplo, recibían sus regalos de una bruja buena llamada Befana. Según la leyenda, la bruja Befana, barría su casa cuando pasaron los Reyes Magos hacia el pesebre de Belén y la invitaron a ir con ellos. Al no acompañarlos, la Bruja sale cada año a repartir regalos en busca del Niño Dios, como acto de arrepentimiento.
En los bosques vascos quien venía con regalos era un gigante llamado Olentzero, y también carboneros, duendes, campesinos de barba blanca, botas altas y gorro de armiño eran los que regalaban cosas a los niños. No es extraño que el recuerdo de los milagros de San Nicolás entre los fieles cristianos sustituyera a las figuras paganas portadoras de regalos.
Ya en el siglo XVI los niños dejaban un zapato junto a la chimenea (que antiguamente era el símbolo del vínculo entre los dioses y los humanos). Estos creían que los dioses se dirigían a ellos a través de la chimenea, y que también San Nicolás se servía de este conducto para recompensar a los niños con obsequios. Las canciones se cantaban para complacer a San Nicolás, al igual que, antiguamente, se trataba de agradar a los dioses a través de la chimenea.
Por otra parte, en Europa surgió un movimiento paralelo a la creación de Papa Noel.
Tras la Contra Reforma católica (1545 – 1563), surgió la figura de Chritkind, el niño Jesús. Lutero había intentado sustituir al portador de regalos y se le ocurrió que nadie mejor que el propio niño Jesús, que repartía los regalos en Navidad. Pero solo consiguió su propósito parcialmente (por ejemplo en Alemania, la figura pasó de ser un niño a ser una mujer con una túnica blanca y velo largo). De cualquier manera, el despliegue de esta nueva tradición, obligó a San Nicolas a entregar sus regalos el día 25, en lugar de la víspera del día 6 como se venía haciendo (¿coincidencia o no la festividad de los Reyes Magos?).
COMIENZA LA APARICIÓN DEL PERSONAJE:
Fue el poeta y pastor protestante Clement C. Moore, quien describía un Papá Noel robusto y gordezuelo, vestido de rojo de los pies a la cabeza y silbando alegremente mientras atravesaba las nubes con su trineo tirado por renos y se hizo conocido en toda Europa en 1823 tras su inicial publicación en el Troy Sentinel.
San Nicolás se estaba esfumando de la mente de los niños de todo el mundo. Sólo sobreviviría en Holanda, que por aquellos días y lugares, lo representaba vestido con ornamentos eclesiásticos, barba blanca, montando en un burro y llevando un saco o cesta con regalos para los niños buenos y un manojo de varas para los niños algo trastos. Más tarde, hacia el siglo XVII, Comenzaron a mostrarle llegando en un barco llamado Spanje (España), esta vez con un caballo blanco, siempre acompañado por su fiel sirviente musulmán Zwarte Piet (Pedro el Negro), un siempre sonriente personaje que llevaba un saco lleno de golosinas, que era lo suficientemente grande como para que, cuando se quedara vacío, pudiera meterse en él a todos los niños que se habían portado mal durante el año llevándoselos a España (un castigo horrendo para la época, ya que estaban en guerra con el país).
Sin embargo, la aparición de Zwarte Piet en las leyendas de San Nicolas no perduró más allá de las fronteras de Holanda.
Su fiel sirviente musulmán Zwarte Piet (Pedro el Negro), de nacionalidad etíope era un huérfano que San Nicolás compró a algunos piratas de la época, para dejarlo seguidamente en libertad. Sin embargo, como el criado permanecía constantemente a su lado, San Nicolás decidió llevarlo consigo y educarlo.
Aproximadamente en 1624, emigrantes holandeses habían fundado en el continente norteamericano una ciudad, Nueva Holanda, que más tarde se denominaría Nueva York al pasar a manos inglesas. Los emigrantes holandeses se trajeron con ellos a su San Nicolás (Sinterklaas) y de ahí Santa Claus. Con ese nombre se extendió por todo el continente norteamericano, ocurriendo que, en este traspaso, Pedro el Negro, el fiel sirviente musulmán Zwarte Piet de Papa Noel, se quedó en el continente, ya que desapareció de los festejos posteriores.
El escritor Washington Irving, amante del folclore europeo, creó su Historia de Nueva York en 1809, en la que describía la supuesta llegada del santo, cada víspera de San Nicolás (6 de enero), ya sin ropas de obispo y omitiendo el caballo blanco para hacerlo llegar en un corcel volador. San Nicolás fue tan popular a raíz de este relato, que todos, incluso los colonos ingleses, festejaron ésta celebración holandesa. El nombre fue derivando de San Nicolás a Sinterklaas o Sinter Klaas hasta acabar siendo pronunciado como Santa Claus por los angloparlantes.
El siguiente paso en la transformación definitiva de San Nicolás en Santa Claus ocurrió el día 23 de diciembre de 1823, cuando apareció un poema en un diario de Nueva York, titulado Un relato sobre la visita de San Nicolás. En este poema se cambió el trineo tirado por un caballo volador por uno tirado por renos. Describiéndolo como un tipo alegre, rechoncho y de pequeña estatura, asemejándolo así a un gnomo. Y lo más decisivo, fue que Moore, el autor, situó la llegada de Santa Claus, en la víspera de Navidad. Santa Claus comenzaba a tomar forma y así lo mostró en sus ilustraciones de revistas el caricaturista político Thomas Nast, que añadió además algunos detalles de su propia cosecha como ubicar el taller de Santa en el polo norte y su vigilancia sobre los niños buenos y malos de todo el mundo.
El éxito fue arrollador y una nueva imagen de Santa Claus, vestido de rojo, con gorro y botas altas saltó a todas las revistas infantiles y periódicos de su tiempo. Nast debió basarse en los señores del invierno europeos porque su Santa Claus es absolutamente pagano, pero poco tenía ya que ver con San Nicolás de Myra y Bari.
Pero entonces… ¿Es una leyenda urbana el Papa Noel de Coca Cola? Pues en parte si y en parte no… en realidad, el último momento de inflexión en la evolución de Santa Claus, tuvo lugar con la campaña publicitaria de la susodicha marca de refrescos, en la Navidad de 1930.
La empresa publicó una imagen de Santa Claus escuchando peticiones de niños en un centro comercial. Aunque la campaña tuvo éxito, los dirigentes de la empresa pidieron al pintor de Chicago, de origen sueco, Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de Nast. Y así fue como Santa Claus perdió su aspecto de gnomo, ganando en realismo. Santa Claus se hizo más alto, grueso, de rostro alegre y bondadoso, ojos pícaros y amables, y vestido de color rojo con ribetes blancos, que eran los colores oficiales de la marca. El personaje estrenó su nueva imagen, con gran éxito, en la campaña y el pintor siguió haciendo retoques en los años siguientes. Muy pronto se incorporó a sí mismo como modelo del personaje, y a sus hijos y nietos como modelos de los niños que aparecían en los cuadros y postales. Los dibujos y cuadros que Sundblom pintó entre 1931 y 1966 fueron reproducidos en todas las campañas navideñas que la compañía realizó en el mundo y, tras la muerte del pintor en 1976, su obra ha seguido difundiéndose constantemente.

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