domingo, 7 de marzo de 2010

La alimentación sana que coñazo!!


Hay momentos en que por alguna razón como es la salud, cuidarse o las razones que a cada uno le muevan, tomamos la firme decisión ;-) de comer de una manera más saludable. Entonces, nos armamos de valor, nos acercamos a aquel rinconcillo misterioso de nuestra tienda de confianza o vamos a otro comercio donde puedan vender cosas diferentes a las habituales. Tras minutos de visualizar repisas repletas de tentaciones en forma de comidas precocinadas, caldos envasados o “empastillados”, fritos congelados, dulces en todas sus formas y colores… conseguimos superarlas todas, llegar hasta nuestro objetivo y con ello… la hora de coger ese paquete con semillas o cereales que sólo conocemos de oídas: Amaranto, espelta, amapola, jengibre, sésamo o quinoa… (alguno te sonará si has leído entradas anteriores o eso espero... ;-P). Entonces quizá no podamos evitar pensar…
- “vale, vale. ¡Que no cunda el pánico! pero ¡ostras! y... ¿esto como se hará?”
o quizá…
- “Mejor lo dejo en la estantería no sea que eche de menos al resto de paquetes”
o…
- “Mejor paso por la frutería y compro verduras que esas las conozco...”
(acelgas, repollo, espinacas, zanahorias, berenjenas, calabacines y el resto de verduras que podemos encontrar... aunque muchas veces es difícil que sea variada).
Pero tampoco dejamos que las dudas nos venzan y ese cazador-recolector que todos llevamos dentro, consigue traernos a casa un montón de cositas ricas y sanas… ¡y nos esperan todas en la cocina!
La cocina puede ser un divertido y excitante lugar de experimentación. ¿Os acordáis cuando de niñ@s hacíamos albóndigas de barro en el parque y ensayábamos distintas maneras de confección para ver cómo quedaban más resistentes? Después las aliñábamos con las hierbas que encontrábamos por el parque, enharinábamos con arena finita que habíamos cribado con anterioridad o regalábamos a nuestros padres/madres y amig@s entre risas y sonrisas, esperando esa mirada de placer o ese “UUUMMMM!! Qué rico!” del “degustador... aunque de sobra veíamos que nada entraba en sus bocas ¡jajaja! Pues bien, la cocina puede ser lo mismo, pero en este caso lo suyo es poder comernos lo que preparemos… aunque seguro que más de uno se comió las albóndigas también, ¿eh? ;-)
Poder experimentar al cocinar puede ser realmente divertido y entretenido. Cocinar puede ser una actividad liberadora, sin más límites que nuestro paladar y, claro, dependiendo de la imaginación de cada uno, el tiempo para dar el punto exacto a su receta. Lo más importante es no desistir, mantener la curiosidad intacta, disfrutar con cada paso del proceso, querer investigar solos o compartiendo con otras personas nuestras recetas con ese toque personal que tanto sabor le da a ese plato, nuestros descubrimientos. Ahora bien… Lo que queda prohibido es cocer las acelgas y ¡hala! ¡a comerlas! ¡¡¡puajjj!!! ¡Así no hay quien se las coma! Pero seguro que hay alguna manera para que nos resulten sabrosas…
Recordaba que hace un par de días, un grupo de preadolescentes encontró un libro de recetas en la biblio y comenzaron a hablar de las cosas que les gustaba comer o no y de pronto una de ellas comentó que odiaba las espinacas, a lo que otra de ellas contestó:
- Eso es porque no las has probado en tortilla. ¡Están buenísimas!
A partir de entonces empezaron a dar ideas (algunas disparatadas pero todas muy creativas y divertidas!) sobre cómo mejorar el sabor de esas cosas que no les gustaba comer! (una pena no haber tenido papel y lápiz para poder trascribíroslo!)
Vamos, que lo suyo es crear, inventar o probar a seguir una receta si nos sentimos más seguros (siempre sin olvidar que una receta tiene que ser una idea para que cada cual cree su plato, que se puede improvisar y crear sobre ella si así lo deseamos), pero no desanimarnos si al final no nos resulta del todo sabroso o no termina de convencernos o realmente no nos gusta el invento… porque seguro que las próximas veces saldrá algo más apetitoso… Al fin y al cabo… la práctica es la mayor de las escuelas ¿o no?
Preparar algo realmente sabroso, digno de los más afamados libros de recetas, con ingredientes nuevos o poco utilizados es sólo cuestión de tiempo, curiosidad y paciencia para seguir probando, aunque… ¡quizá al principio nos toque bajar algún que otro día al bar a comer de tapitas!

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